En los partidos comenzó a aparecer un aficionado vestido con el disfraz de un conejo blanco, luego azul y como reguero de pólvora se le asoció como mascota del conjunto, a tal grado, que en los diarios, los caricaturistas, lo representaron así por mucho tiempo. Por dichas características, los aficionados compararon a los jugadores de esos años con las liebres que abundaban en la localidad, el apodo se arraigó, y hasta la fecha se sigue utilizando una liebre antropomorfa (por razones prácticas de identificación e iconicidad) para representar a Cruz Azul.
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